Por Mario Rivas Hernández
Aquí, parte de su Columna//
AQUELLA MAÑANA, MIENTRAS desayunábamos en el Marina Terra de San Carlos, no parecía dispuesto a convertirse en inquisidor de quienes estaban por abandonar el barco municipal. --Ya veremos, ya veremos-- musitó, enigmático. HABÍAMOS PLATICADO SOBRE la situación que ya se vislumbraba en el Ayuntamiento de Guaymas. No tenía información oficial pero algo se había detectado por el equipo de transición. --Hay que esperar a que las instancias correspondientes clarifiquen el estado que guarda el Municipio-- me dijo OTTO CLAUSSEN IBERRI. Faltaba un par de semanas para el relevo en la administración municipal. DESDE QUE OTTO CLAUSSEN asumió la alcaldía del bello puerto, muchos guaymenses concentraron su atención en él.


Los días se convirtieron en semanas y no se hacían pronunciamientos contundentes, más allá de algunos casos aislados. No creo exagerar si afirmo que una mayoría de ciudadanos deseaban que hubiese un pronunciamiento fuerte por parte del munícipe Claussen.
JUSTAMENTE AL CUMPLIRSE 50 días de haber llegado a la Presidencia Municipal, Claussen Iberri destapó la cloaca de la inmoralidad pública que durante tres años se enseñoreó en ese Municipio digno de mejor suerte. Tengo, para mí, que el alcalde guaymense compensó con creces a los ciudadanos, su espera. CLAUSSEN CONVOCÓ A UN encuentro con los representantes de los diversos sectores del Municipio. QUIERO SUPONER QUE EN SU fuero interno sintió la necesidad de compartir con la sociedad porteña la caótica situación que su equipo de trabajo había detectado y compendiado en un documento para su análisis y lo que corresponda.


Pero también convocaba a la unidad en medio del desastre financiero, sin precedentes en la historia del puerto, y cuyo reto se antoja irremontable. ALLÍ, EN EL PATIO CENTRAL de Palacio Municipal, el alcalde presentó una radiografía del drama por el que atraviesa el Municipio. Una a una fue exhibiendo las tropelías de quienes integraron la anterior administración. CON LOS PELOS DE LA BURRA en la mano, se refirió a “desvío de recursos, incumplimiento de obras declaradas como terminadas, mal uso de fondos etiquetados con fines desconocidos”, pero también denunció una nómina inflada de 13 millones de pesos mensuales devengados por mil 700 empleados “aún cuando las participaciones netas luego ‘del abono a cuenta’, apenas llegan a 7 millones”.

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