Un fantasma recorre Sonora: el fantasma del agandalle.

Publicado por Grupo Ormi On 17:06

Por Arturo Soto Munguía
Son las 11:00 horas del lunes en la sede del Poder Legislativo. Hora de que la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales discuta la propuesta enviada por el gobernador Guillermo Padrés Elías, para que José Sebastián Sotomayor Tovar ocupe el cargo de Magistrado del Supremo Tribunal de Justicia, que deja vacante Max Gutiérrez Cohen.

En la mesa, los diputados acaban de conocer el decreto que envió el gobernador, acogiéndose a la ‘aprobación tácita’, es decir, un vericueto legal que supone que si al término de tres días el Congreso no decide sobre la propuesta, se da por hecho que ésta es aprobada. Los asesores jurídicos del Ejecutivo se esmeraron en el plan para enviar la propuesta un jueves, dejar que corriera el fin de semana, y publicar de domingo para lunes, el decreto que nombra a Sebastián Sotomayor como Magistrado. 

Pero se olvidaron de un detallito. Los ‘famosos’ tres días pueden ser naturales o inhábiles. Y según la jurisprudencia del caso, citada por el diputado Abel Murrieta, y consignada en el dictamen del caso, aprobado por mayoría en la Comisión, constituyen un elemento de prueba definitivo para anular incluso el decreto del Ejecutivo. Esa misma tarde, Sebastián Sotomayor envió por escrito al Congreso su rendición de protesta y para el miércoles, estaba tomando posesión como magistrado. Ese mismo día, sus colegas lo nombraron, en decisión dividida, presidente del Supremo Tribunal de Justicia.

El desaseo y la ausencia de oficio político que signaron este proceso agregaron un nuevo ingrediente a la escalada de confrontación que de por sí ya se vive en el estado, y lo que sigue es un nuevo litigio en tribunales federales. Se confirma lo que comentábamos recientemente en este espacio, en el sentido de que el gobernador de Sonora no muestra la más mínima intención de reconsiderar las formas de un ejercicio de gobierno que, a la mitad de su mandato, ha provocado una severa crisis de legitimidad, un deterioro grave en su credibilidad, un desencanto social acerca de las expectativas que generó la alternancia hace tres años, y una escalada de rencor por las constantes ofensas y la falta de respeto hacia otras fuerzas políticas.

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