
Por Víctor Fonseca Jacques
Desde que tengo uso de memoria, han sido realmente pocas las administraciones públicas que en Guaymas no han tenido serios problemas, regularmente por cuestiones políticas, lo que no impide el impacto social que finalmente viene a perjudicar a la comunidad. Esto último es lo peor que puede ocurrir en estos casos.Luego entonces, no es ninguna novedad que hoy César Adrián Lizárraga Hernández, actual alcalde, esté enfrentando la misma situación que algunos de sus antecesores, aunque no por eso deja de ser lamentable lo que está ocurriendo al interior de la Comuna, donde el desorden parece haber anidado y con escasas posibilidades de que termine antes de septiembre del año venidero.
Por la rebelión de funcionarios han enfrentado situaciones complicadas gente comoSara Valle Dessens, Bernardino Cruz Rivas. Por traiciones pasaron Felipe Rivadeneyra Isauri, Carlos Ernesto Zataráin González y otros más. A todos les tocó parte de las consecuencias de una sociedad guaymense que se niega a separarse de sus ancestrales costumbres, de estar en contra de todo y por todo.
Sin embargo, pocas (¿o quizá nunca antes?) me había tocado que un alcalde perdiera prácticamente la autoridad como tal, a grado extremo de tener que abstenerse de separar de sus cargos a servidores públicos que lo traicionaron y, más aún, que han hecho de esta administración pública un escenario en el que unos y otros tratan de mostrar quien tiene más poder, inclusive sobre el mismo alcalde.
Ya corroborado el enfrentamiento que existe en el Ayuntamiento, en el que un grupo lo encabeza el mismo alcalde y el otro su otrora entrañable amigo Alonso Arriola Escutia desde la Secretaría del Ayuntamiento (ya está por demás negarlo, no le veo ningún sentido), la actual Comuna sigue dando tumbos, y su única defensa en estos momentos es el desarrollo de obras de pavimentación, que dicho sea de paso han sido duramente cuestionadas por involucrarse en ellas empresas propiedad de ambos.
Fuera de eso, todo lo demás es un completo desbarajuste. La desmedida ambición por el futuro político (y en consecuencia el económico, que es lo que más preocupa) ha llevado a que se haya dejado a un lado el compromiso de servir realmente a la comunidad, de manejar correctamente los recursos públicos, de ofrecer una imagen positiva hacia los gobernados.
La deuda que tiene el Ayuntamiento con sus acreedores cada vez crece más. Se han suspendido durante meses y meses pagos a compromisos que antes eran redituables porque se cubrían a tiempo, pero que a como pasa el tiempo siguen elevando una deuda que podría, en un momento dado, convertirse hasta en impagable y en un grave compromiso para la siguiente administración.
El tiempo se le termina a César Adrián. Está hoy en un momento en que las decisiones que tome serán definitorias de su futuro, no solo como servidor público en caso de que quiera seguir esa trayectoria, sino también de su imagen como persona. ¿O acaso el alcalde estará muy interesado en que la historia en Guaymas lo castigue muy duramente? La verdad no lo creo.
Las decisiones se toman en los momentos precisos, no cuando ya es demasiado tarde.
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