
Cuentan que fue en una mañana soleada en Inglaterra cuando el astrónomo Richard Carrington detectó una cantidad inusitada de manchas solares. De repente, una luz blanca estalló.
Carrington, conmocionado y fascinado, corrió a buscar a otros para que presenciaran lo que mostraba su telescopio. Ocurría la más potente tormenta solar registrada en la historia y que afectó a la mayor parte del planeta entre el 1º y el 2 de septiembre de 1859 al enviar a la Tierra una extraordinaria cantidad de energía.
Hubo incendios, cortocircuitos, se interrumpieron las comunicaciones al paralizarse las recién inventadas líneas telegráficas en países como Estados Unidos y el Reino Unido.
Una aurora boreal apareció en regiones tan alejadas del Ártico como Cuba o Hawaii.
Los científicos advierten que el fenómeno de hace 150 años, conocido como la Fulguración de Carrington, podría repetirse.
Lo que no se sabe es cuándo.
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